La película elegida es La fuerza del cariño (Terms of endearment, 1983) de James L. Brooks
Volviendo a las películas premiadas hoy tomamos este clásico drama que en la primera escena ya nos marca el tema de interés. Se trata de la relación madre-hija. Es un tema inagotable, quizás haya más escrito de este lazo familiar que de los otros, tanto en ficción como no ficción. Las películas que tratan estas relaciones en general muestran una madre soltera haciéndose cargo de una única hija, quizás hay un marido o un padre, pero casi inexistente. Ese dato ya es de interés porque, más allá de que casi todas las películas que plantean un conflicto madre-hija lo hacen desde el drama si no el melodrama, la relación compleja siempre es entre ellas sin intermediarios, ya que la mediación paterna si se permite su entrada sólo puede regular, limitar o matizar, incluso evitar ese drama.
Hablar de esta relación familiar da la impresión de querer universalizar algo que es caso por caso, la relación madre-hija de La fuerza del Cariño no es la misma que la de Recuerdos de Hollywood (Postcards from the edge, 1990) de Mike Nichols que está basada en la autobiografía de Carrie Fisher. Tampoco es la misma que la de Mamita Querida (Mommie Dearest, 1981) de Frank Perry basada en las memorias de Christina Crawford hija adoptiva de Joan Crawford, podríamos seguir dando ejemplos de este género tan popular en el cine y veríamos que son todas historias distintas. Aun así, algo las conecta, las últimas dos películas son más extremas que la primera, aunque ésta no es un paseo por el campo, es esa tensión que extrema cariño y rechazo, amor y odio que nos da razón para nombrarla como una relación particular, una relación que tiende a ser estragante, en particular cuando no hay mediación simbólica.
El estrago madre-hija, es un concepto en psicoanálisis, no es obligatorio que esa relación lo sea, aunque puede serlo más que otras, que también pueden serlo eventualmente. Como son posiciones simbólicas cualquiera puede ocupar esos lugares y funciones, no olvidamos eso, pero sí destacamos que es importante poder localizar algo de la estructura de ese lazo. No se trata de los fenómenos comunes que podemos encontrar en ciertas familias, si hay más o menos violencia física o psicológica, si hay más o menos demanda, etc. Se trata de algo que la película de Brooks muestra muy bien que es ese ida y vuelta, el necesitar alejarse, pero no poder hacerlo del todo. En relaciones complicadas, incluso extremadamente problemáticas el cortar lazos de parte de los hijos con el padre se puede ver en muchas ocasiones, ahora entre las hijas con la madre es mucho más difícil, hay algo ahí que une y no termina de poder cortarse, eso es lo central de una relación estragante, que no puede cortarse por más que se quiera. Quizás la facilidad de huida del padre de su familia sea reversible para los hijos, y la presión social sería la que obliga a la madre a quedarse (aunque ya hablamos de madres que huyen), ésta es la lectura sociológica. Una lectura analítica de la función materna y paterna tiene otra lógica, tiene que ver con los tres registros y su articulación. La cadena simbólica se puede cortar, lo imaginario puede fascinar y detener, lo real puede ser estragante.
Ese lazo entre madre-hija es el que no se suele repetir entre otras relaciones, quizás una hija puede repetirlo con su pareja, ahí Freud advirtió, en otra época, que la relación de una mujer con su primer marido continúa la relación con su madre, con todos los problemas que esto traería. La falta de matrimonio temprano en la actualidad sumado a la cantidad de parejas antes del matrimonio, que quizás nunca llegue, hacen que confirmar esto sea sólo posible en casos de otra época, de los que aún podemos dar cuenta. Ese dato clínico es indiscutible. Quien haya tenido una relación tormentosa con su madre la continuará en mayor o menor medida con su pareja sino con sus hijos, a menos que haya encontrado algún modo de tramitarla ya sea en el análisis o por otros medios.
Hace poco tiempo se intentó teorizar el estrago paterno, da la sensación que se trata de un planteo reivindicativo y de ilusión de simetría, no de algo estructural. Indicábamos que al ser funciones simbólicas cualquiera puede venir a ese lugar así que un padre puede ser estragante para una hija. Pero el estrago en términos lacanianos no se trata del abuso necesariamente, que es lo que se suele destacar en el llamado estrago paterno. No creo que sean equiparables, ni necesariamente tengan que ponerse en el mismo nivel. El estrago materno, su lógica, es independiente de lo abusivo de la relación, es de estructura porque aparece frente la falta de mediación simbólica, entiéndase que mediación simbólica no quiere decir un hombre. Quiere decir algo que diga no a la madre o en la madre. Eso que decíamos que une no es una presencia sino una ausencia de la que solo madre e hija saben.
La película sigue la vida de Emma (Debra Winger) desde su nacimiento hasta su muerte, centrada en un primer momento en la relación con su madre Aurora (Shirley MacLaine) y luego en su vida matrimonial con su esposo Flap (Jeff Daniels), igual Aurora siempre está presente de un modo u otro.
Como decíamos al principio, la primera escena nos muestra la lógica de esa futura relación. Emma, recién nacida, duerme plácidamente, su madre preocupada teme que no esté respirando. El padre, todavía vivo, insiste en que está durmiendo plácidamente y no debe ir a molestarla, Aurora necesita confirmarlo y la pellizca, cuando la nena llora se tranquiliza. Esa escena se repite a lo largo de la infancia de la hija, y aunque esta última ayuda a su madre a tranquilizarse Aurora encuentra algo para criticarle cada vez. En la adolescencia vemos como esa relación, aunque amable, es tensa y llena de crueldad materna camuflada en buenas intenciones. Como con el amoroso consejo de bodas «si te casás mañana cometerás un error que arruinará tu vida», «no sos lo suficientemente especial para superar un mal matrimonio», o cuando Emma le cuenta que está embarazada, ante el enojo de Aurora, la hija dice «si no te alegrás por mí me voy a volver loca» y eso termina pasando, enloquece de celos por su marido. Ahí hubo un desplazamiento, se diferencia de su madre no subiendo a ver cómo está su hijo que duerme, en la película se ve ese acto, pero no puede evitar los enojos con su marido. Es una película freudiana.

Volviendo al casamiento, la madre, en un día tan feliz para su hija, decide no ir. Ahí vemos ese rasgo tan común en esos lazos, no necesariamente exagerado como en una película, pero hiriendo y quitando el disfrute en el momento que más duele. No pasa un día y ya están hablando por teléfono casi como si nada, contándose chismes de la boda. Se pensaría que a Emma le llevaría al menos un tiempo perdonarla, poder volver a hablar con ella. Se lo plantea incluso, «le daré hasta mañana al mediodía», aun así la atiende. Para repetir el ciclo y volver a salir lastimada con la noticia del embarazo. Acercamientos y alejamientos que se repiten a lo largo de la película. Huye con el matrimonio y regresa con su separación, se odian hasta que Aurora consigue pareja y se acercan nuevamente. Otro motivo de acercamiento es la enfermedad terminal de Emma. Lo que nos muestra que aurora no está loca –aunque es muy especial–, esa crueldad hacia la hija tiene razón, pero esa razón nos es opaca. Uno puede sólo hipotetizar, quizás continúa un lazo complicado con su propia madre, o quizás hay algo estructural que no se termina de simbolizar en esa relación, un vacío que es resuelto con sutil agresividad por un perjuicio indeterminado, la hija roba juventud a su madre, quizás belleza o alguna otra fantasía. Se la ama, pero también se la cela. Vemos en los acercamientos a la madre como pueden darse si hay, ya lo dije varias veces, algo que medie en la relación entre ellas, y al contrario como el comentario de Aurora del fracaso matrimonial de su hija fue un intento de retenerla, paradójicamente alejándola más. Esa retención en algunos casos se vuelve del todo patológica como se ve en algunos documentales donde el lazo en cuestión es incluso más que estragante, como en Grey Gardens (1975) de Ellen Hovde y otros o Mommy Dead and Dearest (2017) de Erin Lee Carr. No es un dato menor que Aurora se quede con los hijos de su hija al final de la película, más allá de que se pueda justificar por la trágica muerte de Emma o porque el padre es un inepto. Es un fantasma común que aquí se realiza cerrando el círculo de una relación que muestra las complejidades de un lazo que no pretendemos agotar y del que seguramente continuemos escribiendo…
