6 – Una joven prometedora

La película elegida es Victoria (2015) de Sebastian Schipper

Victoria podría ser dos películas, la primera una historia de amor y la segunda de robo a bancos. Por suerte es una sola y con eso logra un efecto que por separado se perdería. De todos modos, me detendré en la primera. Está filmada en una sola toma, sin cortes. La intención de hacer películas sin cortes tiene una larga historia en el cine, la primera es La soga (Rope, 1948) de Hitchcock, tiene cortes por las limitaciones técnicas de la época, pero aun así el director se las arregla para que no se noten y logra mantener la tensión de lo que originalmente era una obra de teatro en la pantalla grande. La primera película entera en una sola toma es El arca rusa (2002) de Sudorov, sólo pudo hacerse al ser filmada en digital (como todas las películas hoy, salvo muy pocas excepciones), fue un hito en la historia del cine porque pudo hacer lo que nunca se había hecho. Aunque es buena, el hecho de que el mérito técnico destaque más que la película le resta interés a la trama, que a mi gusto no es tan atractiva. Luego hubo otros falsos planos secuencia que en montaje eliminaban los cortes como Birdman (2014) de Iñárritu o 1917 (2019) de Sam Mendes, entre otras varias películas pos dos mil, en general todas son reconocidas por su proeza técnica y algunas llegan a ser interesantes. En Victoria no sólo es el factor técnico el que interesa, quizás es lo que menos interesa porque el hecho de que sea un solo corte es para narrar algo, no para demostrar, es así como logra que uno se quede atento a la pantalla sin querer despegarse un segundo, cosa nada fácil en esta época de pequeñas pantallas en el bolsillo, en este sentido se acerca más a Hitchcock que a otras películas que muestran sus hazañas.

Contar el argumento, como en cualquier película buena no dice mucho de la obra, Victoria no es otra de un robo a un banco, tampoco es otra de una chica extranjera que no habla el idioma queriendo conocer a alguien. Es una película de varones y de una mujer, que desafía de la mejor forma posible todos los preconceptos que la época supone deben encontrarse en una película de varones y de una mujer. Con esto nos referimos a que no es una película tomada por los sesgos más moralistas que predominan en ciertos discursos.

La película comienza con Victoria (Laia Costa) sola en un boliche, ella busca un encuentro con un hombre, cuando está saliendo llega un grupo de amigos borrachos a los que no dejan entrar por su estado. Sale y uno de ellos le habla, la invita a ir con ellos, ella acepta con la mayor confianza, entre los cuatro cancherean, le pavonean, muestran sus talentos, uno baila, otro muestra el culo, están bastante borrachos e intensos, ella va tranquila, divertida, esa discordancia genera en el espectador cierta incomodidad, preocupación por la «pobre chica» que va con cuatro varones a quién sabe dónde, genera la sensación de que algo malo va a pasar. Como la relación va avanzando y nada pasa se entiende que no es ahí dónde está el drama de la película. El director no entra en el cliché, juega apenas con el suspenso. Nos muestra a un grupo de amigos que están festejando un cumpleaños, que tomaron de más y son un poco bardo, quizás más que un poco, pero medidos, más medidos que ella. Ellos son Sonne (Frederick Lau), Boxer, Blinker y Fuß, el cumpleañero y nos muestra a una mujer que luego nos enteramos que es madrileña con ganas de algún tipo de relación. Sonne significa Sol en alemán y es el interés amoroso de Victoria.

Siguiendo a estos varones nos encontramos con cuatro sujetos, que se quieren y que son amigos en un sentido fuerte, están para el otro. Ellos están atados, ella está suelta. Quizás por eso es tan buena la película, porque muestra una mujer libre, deseante y unos varones atados en dónde el deseo se les obstaculiza. No una mujer miedosa, o su reverso, la impostura empoderada, y unos hombres malos o su reverso, impotentes. Muestra una verdad de ciertas relaciones entre hombres y mujeres. Ellos son personajes complejos, reales, donde todos muestran sus límites. La escena de la terraza despliega esa complejidad, ellos son criminales menores, roban alguna que otra cosa, pero piden silencio por favor, no quieren molestar a los vecinos, hasta el porro se lo dan con cuidado no sea que ella no fume y le haga mal. Victoria quiere gritar y sentarse en la cornisa, cosa que los asusta, en ambos casos están atados, también entre ellos lo están y esa charla de amigos en donde le muestran cuanto se aman lo presenta de la manera más hermosa. Boxer, en típica charla de borrachos le hace saber a Victoria que fue preso porque se pasó en una pelea y lastimó a alguien, pero «no soy un tipo malo, sólo hice algo malo» dice. Si siente la necesidad de aclararlo es que hay algo que no es claro, se puede señalar el mecanismo de la negación en la frase, que bien describe Freud en el texto homónimo y donde ubica la conocida frase del que sueña con una mujer y luego aclara, «no es mi madre», para convencernos de que lo es. Es decir, Boxer no es un mentiroso, no es que es malo, tampoco que no lo es, lo dice con culpa y tristeza, por eso cuando le dice eso a Victoria se lo está recordando a sí mismo, nos cuenta su síntoma, por el cual se vio tan excedido que terminó preso. El síntoma dice una verdad del sujeto, se ve antes en la película, como al pasar cuando están en la calle y frente a la menor provocación lo tienen que parar entre varios. La cuestión no es maldad sí o maldad no, como una película más básica como Promising Young Woman (2020) de Emmerald Fennell nos muestra, esa sí es mala. A esto me refería con los discursos moralistas de la época. Claramente estos amigos no son santos, pero no por eso abordan a una mujer de manera inapropiada. Así pasamos a la relación entre Victoria y Sonne.

Después de la terraza nos vamos al bar en el que trabaja Victoria, podemos ver la naciente relación entre ella y Sonne, vemos cómo se seducen y cómo él es un poco más tímido, ya lo decíamos, a los varones les cuesta soltarse. Ella le dice que se está enamorando y él «same», igual, pero cambia de tema, ella le dice que él podría ser su profesor y Sonne, en su mal inglés le dice «I can practice you everything, no problem», que vendría a ser, puedo practicarte toda, uno podría suponer que quiso decir «podría enseñarte todo» {I can teach you everything}, pero dijo lo que dijo, hermoso modo de decir para alguien que le cuesta un poco, que le sale fácil la palabra vacía, como sus chanzas de que toca el piano o tiene un negocio, pero se le complica un poco tomar la palabra o sostener la mirada, porque ella le gusta, pero él está un poco limitado con sus ataduras.

En una entrevista el director, Sebastian Schipper, comenta que no había guion, solo algunas páginas que guiaban la historia (Laia en la misma entrevista aclara que ni siquiera las leyó), y había ciertas reglas que tenían que respetar en cada filmación, la película completa se filmó tres veces y según él, la tercera es la única que salió bien. Una regla era que no podían repetir frases que habían dicho en las otras grabaciones. Entonces, volviendo a la frase de Sonne, podemos suponer que no ensayó esa frase, que le salió así, lo que habla de la fuerza con que transmiten los vínculos los actores, quizás se filtró la fantasía de Frederick, pero igualmente, esas frases hacen que uno sepa que Sonne y Victoria existen. Según el director, eso sólo podía trasmitirse de esa manera, sin repetición, sin frases hechas, y el nivel de intimidad que generan los diálogos junto a la cinematografía sin cortes logran que uno se olvide que está viendo una película.

Volvamos, Victoria toca el piano, y eso la traslada a otra época de su vida, se corta el clima de seducción, Sonne está realmente tocado por la música ahora él avanza un poco, también se está enamorando. Nos enteramos que Victoria iba al conservatorio, que a los doce años era como «una viejita» que estudiaba piano todo el día y que no tenía amigos, que incluso así no llegó a estar a la altura de sus maestros, y que hace tres meses rompió sus cadenas, dejó su ciudad para ir sola a la Berlín soñada, esa ciudad que seduce por su famosa vida nocturna y cultural. Ahora quiere salir, coger, vivir, busca una aventura y la encuentra, vaya si la encuentra.

En ese momento, después de escuchar los valses de Mefisto, el diablo mete la cola y Sonne ya no puede seguir con Victoria, y lo que parecía una película romántica toma un giro radical y se convierte en una tragedia criminal. Pero esa es otra película.