10 – El trauma

A mi madre

La película elegida es El Francotirador (The Deer Hunter, 1978) de Michael Cimino.

Hace algunas ediciones del newsletter dije que más adelante iba a hablar de la pulsión de muerte y la compulsión de repetición, llegó el momento. Podría decirse que no hay película que no toque este tema, siempre que tengan un argumento y personajes es algo inescapable, por su puesto hay mejores y peores formas de mostrarlo, pero como el cine implica sublimación, no podrá evitar el reencuentro con lo pulsional, narrado, en una trama que permite cierta necesaria tramitación. Después, algunas pondrán el acento en la repetición de la historia familiar como en Blow, profesión de riesgo (Blow, 2001) de Ted Demme, o el acento irá por el lado de la repetición de un encuentro traumático como en Vértigo (1958) de Alfred Hitchcock o en la película que tomaremos hoy.

Esto va a ser un poco personal, por cómo llegó la película a mis manos y por el efecto que tuvo en mí verla. De hecho, es mi película favorita, seguramente no solamente porque es excelente, sino por los dos motivos anteriores. Esta película fue un regalo de mi madre en mi adolescencia, en un VHS original doble que ya no tengo. No fue un regalo de cumpleaños o algún evento de ese tipo, sólo decidió regalármela y recomendármela. Tampoco me regalaba películas. Aunque si gustaba del cine, no tenía particular interés en el cine de acción o violento, lo que hacía este regalo más llamativo. Sólo le había gustado mucho. No recuerdo que me haya recomendado ver ninguna otra película hasta que se estrenó Roma (2004) de Adolfo Aristarain, lo que tiene más sentido porque es una hermosa historia de un hijo y su madre. Por algún motivo tardé varios años en verlas. Roma hace muy poco, el año pasado, quizás un poco tarde. El francotirador la habré visto más o menos empezando la facultad, habiendo ya leído «Más allá del principio del placer» de Freud y me voló la cabeza, no literalmente como en la película, claro está. El final me quedó grabado, lo que es interesante es que tenía el recuerdo de que era totalmente sorpresivo e inesperado, incluso habiéndola visto más de una vez, y en este último visionado, noté que la película va adelantando con lo que uno puede encontrarse la final, no sé si olvidé eso o si no importa porque el final es tan fuerte que borra lo anterior, para entonces producir el mismo efecto que lo que está representando. Quizás por eso es tan buena.

La película viene en dos VHS porque dura tres horas, pero aun así no es larga. Tiene mucho para contar y lo hace de la mejor manera, tomándose su tiempo en presentarnos a los personajes, sus relaciones, sus familias y su pueblo. Haciéndonos querer a los protagonistas para disfrutar con ellos al principio y sufrir con ellos al final. Es, sin duda, una película sobre la amistad y sobre cómo el trauma puede destruirlo todo. También es sobre el amor y sobre Estados Unidos. Esto último me parece muy destacable ya que no es una de esas pavadas patrióticas que se ven todas las semanas, sino que muestra una ciudad fabril, con trabajadores hijos de inmigrantes que mantienen sus costumbres y cultura, pero también se diferencian para mezclarse con las tradiciones locales, como la caza y la guerra. La tradición es fuerte, quizás porque estamos en los setenta, la boda es ortodoxa rusa y el casamiento es «de apuro» aun cuando el marido no sea el padre. Al comienzo hay mucha alegría, comunión y optimismo. Al final, «you’re just too good to be true», fiel al estilo del Nuevo Hollywood, se ven la decadencia y caída del sueño americano y los ideales y con ellos también la tradición, esa fantasía próspera del comienzo es despedazada por la guerra.

La película se centra en tres amigos, Michael (Robert De Niro), Nick (Christopher Walken) y Steven (John Savage) que son los que van a Vietnam, también tiene un papel importante la pareja de Nick, Linda representada por Meryl Streep, que rechazó el papel y sólo lo aceptó después de la insistencia de Cimino al decirle que ella podía escribir sus diálogos. Una nota especial sobre el otro amigo, Stanley, representado por John Cazale. Que filmó la película en las últimas etapas de un cáncer terminal, era pareja de Meryl Streep y falleció poco después de terminar el rodaje. La corta carrera de Cazale es asombrosa, filmó sólo cinco películas, todas nominadas a mejor película, tres ganaron el Oscar, incluyendo la que nos convoca. Todas sus películas están entre mis favoritas, también hay un documental I Knew It Was You: Rediscovering John Cazale (2009) de Richard Shepard que cuenta de manera muy cándida su historia.

Retomando el argumento, tres amigos van a la guerra y uno puede suponer lo que van a encontrar, habiendo visto películas bélicas se entiende que cualquier parte de lo terrible de eso va a estar ahí, el sinsentido, la muerte, lo salvaje, y algo de eso nos encontramos al comienzo, pero no mucho, porque lo importante está en el encuentro con ese espantoso juego. Los amigos son capturados y forzados a jugar a la ruleta rusa entre ellos. Lo que es una maravillosa forma de condensar, una sola escena comprende todo lo que uno supone encontraría en una película bélica. Esta no lo es, así que usa esa escena como disparador para mostrar de manera muy gráfica hasta dónde puede llegar ese más allá del principio del placer.

Uno de los ejemplos freudianos de la compulsión de repetición es el de las neurosis de guerra. Que describe lo que hoy se suele llamar estrés postraumático. Durante el día no suele recordarse la situación, sino que durante el dormir, el soñante se despierta con renovado terror, reviviendo la escena traumática en el sueño casi sin modificación (el casi, es sumamente importante clínicamente). Un ejemplo un poco más fiel a ese planteo es la película Alucinaciones del Pasado (Jacobs Ladder, 1990) de Adrian Lyne que toma el sueño como modo de retorno de lo vivido en Vietnam. Lo que hace Cimino en El francotirador, es, a nivel narrativo, más efectivo para mostrar el retorno compulsivo de lo traumático, más allá, sin duda, del principio del placer. Es un caso extremo, de quedar tomado por algo que rompe con toda protección que se podría tener para tramitar un exceso de cantidad. Fuera de la ficción seguramente las cosas no se repiten con tal literalidad, ni con tanta enajenación, pero aun así entendemos perfectamente cómo alguien puede quedar así de dañado por atravesar una situación terrible, como también tenemos los modos de tramitación de cada uno de los amigos. Tres modos de romperse distintos, así como la película condensa en un evento, distribuye los efectos entre ellos.

La mutilación es para Steven, que se retira de su mujer y amigos a causa del daño sufrido, De Niro cuenta que la escena en que su personaje, Michael, va a visitarlo al hospital es la más emocional que hizo en toda su carrera. El daño en el cuerpo llama a un difícil duelo de lo perdido, quizás por eso no queda tan tomado por la experiencia de ser prisionero, tiene otra herida que sanar.

Michael es irreventable, como los neuróticos que fueron a la guerra que atendió Lacan. Eso tiene un gran costo, si seguimos la historia del personaje vemos que es reservado, que no se le conocen parejas, pero nosotros sabemos que le gusta Linda, no es casual que sea imposible para él, siendo la novia de su mejor amigo. Vemos sus hazañas como conductor o cazador. Sutilmente se nos muestra que lo intranquiliza ir a la guerra, por ejemplo, cuando se poné más estricto de lo que es con su amigo que olvidó las botas de caza.  Digo más estricto porque los amigos le dicen varias veces «qué te pasa», como que hasta para él está siendo demasiado. La noche anterior en la fiesta después de haber tomado mucho salió corriendo desnudo por la calle, se saca la armadura por un rato, pero esta vuelve rápidamente. También esa frialdad y cálculo son los que le salvan la vida. Cuando vuelve, aunque no lo muestre, también está muy dañado. Al fin y al cabo, se encuentra con Nick en el juego de ruleta rusa clandestino en Saigón, el primero, él estaba de espectador también, lo atrajo lo mismo que a su amigo, pero él pudo salir. En su pueblo se vuelve referente, héroe de guerra, algo que un poco se ve en su porte, pero es un uniforme sin cuerpo, como El caballero inexistente de Italo Calvino. Quizás por eso lleva el dolor de otros modos, no es de extrañar que ya no podrá volver a cazar.

Nick queda devastado y aunque no muere durante el perverso juego, igual pierde su vida. Por eso se llama pulsión de muerte a eso mortífero que llevamos que necesita de Eros para no acabar con nosotros. Es importante no tomar literalmente el nombre pulsión-de-muerte, es más probable que los efectos de esta hagan la vida de alguien miserable más que terminarla, nada peor que perder la vida aun estando vivo. La vuelta interesante que tiene El francotirador no es que Nick haya quedado arrasado y por ello no pueda salir de lo siniestro de la situación, que la repita sin siquiera angustiarse. Sino que Michael tampoco haya podido salir, aun pareciendo tan fuerte, tan armado, él también es llevado por una fuerza incomprensible a repetir el juego, a enfrentarse a ese demoníaco retorno de lo igual.