La película elegida es Magazine Dreams (2023) de Elijah Bynum.
Esta película es de la temática del lobo solitario, un tropo bastante frecuente, quizás Paul Schrader lo llevó a su máxima expresión, de quien dicen que no hizo más que la misma película una y otra vez. De todos modos, son muy buenas todas, tanto en las que sólo fue guionista como cuando empezó a dirigir. El tipo de personaje representado en esas ficciones es alguien que vive en extremo aislamiento social, con mínima o inexistente participación en la vida pública, laboral y amorosa, que tiende a tener algún tipo de trauma del pasado que lo atormenta explícita o implícitamente y en general presenta algún «desequilibrio» mental, esto último no quiere decir mucho, en especial si se quiere contar una historia interesante, es necesario que haya conflictos y estos no pueden más que crear desequilibrios, aunque todos los rasgos anteriores complican los que estos sujetos puedan llegar a tener. Más allá del tipo de personaje, como se trata de una de fisicoculturista podemos recomendar otras dos que no necesariamente hacen serie, una excelente en la que «actúa» el Schwarzenegger Mr. Olimpia, Un adiós peligroso (The Long Goodbye, 1973) de Robert Altman, y otra quizás más lograda que la que tomamos hoy, Amor, Mentiras Y Sangre (Love Lies Bleeding, 2024) de Rose Glass que introduce cierta feminidad a un tema mayormente masculino.
Ya escribimos sobre un lobo solitario cuando hablamos de Las venganzas de Beto Sánchez (1973) de Hector Olivera y nombramos a Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese por motivos distintos a los de hoy. De Magazine Dreams podemos decir que es como una Taxi Driver moderna cruzada con Las venganzas… con una pizca de Stan, la canción de Eminem. La película de Scorsese se diferencia de la de Bynum en que si Travis Bickle (Robert De Niro) era un poco paranoide, aquí Killian Maddox (Jonathan Majors) es un poco esquizoide. No es la intención diagnosticar personajes de ficción, aunque pueda hacerse, esos nombres podemos usarlos al modo de ciertos estereotipos tomados en la construcción de los personajes. No cabe duda que los guionistas lo tuvieron en cuenta a la hora de armar sus personajes. En este caso esa diferencia tiene muchas consecuencias. En primer lugar, la película de Bynum empieza en una especie de sesión burocrático-terapéutica en donde se enumeran los síntomas de la última internación del protagonista, incluyendo alucinaciones entre otros. La diferencia que podríamos plantear es que lo que quedaba en el ámbito del pensamiento para el taxista está de lleno en el cuerpo del fisicoculturista. Puede verse en el nivel de desorganización que presenta Killian respecto a Travis, lo que para este último es suspicacia y planeación para el primero es ataque de ira e intento constante de control que no termina de funcionar. También hay cierta imposibilidad en ambos de relacionarse con mujeres, ya en la última película toma el nombre de la época, incel, acrónimo de célibe involuntario, que es lo que estos personajes suelen representar al proyectar en la mujer su imposibilidad de lazo ante esa otredad, culpando o degradando al otro. Si se quiere hacer una lectura histórica pensando en que ambos personajes representan a su época, los cincuenta años que separan a estas películas plantean el avance de desorganización y complicación en este tipo de sujetos. Esta lectura es intencional, seguramente podrían tomarse otras dos que muestren el camino contrario, pero no es lo que la época nos muestra.

La señalada relación al cuerpo es central. La película nos invita a preguntarnos por el fisicoculturismo, no por cómo funciona esa disciplina deportiva, sino por la función y costo subjetivo que puede tener. A diferencia de otros deportes, incluso individuales que como consecuencia llevan a cambios en el cuerpo, en este es el fin en sí mismo y esa transformación es llevada al paroxismo. Es deporte, suponemos, porque requiere entrenamiento y disciplina para alcanzar el cuerpo deseado, pero también podría ser concurso de belleza, una belleza que entiendo que es compartida por los amantes de esa especialidad, aunque podría decirse que no es la que se entiende generalmente como belleza, más allá de que esta última puede ser cuestionada desde muchos lugares. Eso no quita que algunos cuerpos modificados en exceso se acerquen a lo grotesco. Los expertos dirán que no se trata de belleza en sentido estricto, que se trata de músculos, aun así sigue siendo la evaluación subjetiva de una imagen. Entonces es imagen corporal que como suele ser la relación con ella en la época debe alcanzar el ideal a cualquier precio, por eso esa práctica tiene tantos problemas de doping, aceptado silenciosamente en algunas federaciones. A diferencia de otros deportes donde el dopaje afecta directamente a los otros competidores, acá al juzgar la imagen entra en un gris en donde aún también afectando a los otros participantes es aceptado porque exalta la captura imaginaria que genera la imagen hinchada, como pueden ser las operaciones o inyecciones de polímeros en el contrapunto que hacíamos.
El fisicoculturismo es mayoritariamente masculino –ciertamente hay mujeres que lo practican–, así como los concursos de belleza son para las mujeres. Es interesante que la lógica fálica, llevada a la imagen del cuerpo sea la exacerbación muscular y, a su vez, la desaparición máxima del pene, tanto por efecto de los esteroides anabólicos como para recordarnos que el falo no es el pene. Además, es un órgano que por más que se lo ejercite no crece. La lógica fálica está en su salsa al repetir movimientos una y otra vez para exacerbar la erección de cada uno de los músculos del cuerpo. Si pensábamos que para el hombre era hacer que se tiene y para la mujer hacer que se es, el culturista es una denuncia masiva del no tenerlo, es una extraña combinación en tener músculos y que eso sea cautivador. Es la mostración extrema de, por un lado, la modificación total del cuerpo y por otro, de la absoluta disciplina alimenticia y de entrenamiento. El costo subjetivo que implica llegar al más alto nivel –muy bien representado en la película– es total, todas las actividades de la vida del fisicoculturista están supeditadas a su imagen, similar a la de las modelos, pero con mucha –mucha– más prote. Otra lectura del fisicoculturismo podría ser que son hombres queriendo participar de concursos de belleza como Miss Universo, pero como no los dejan lo hacen de la única manera que saben: haciendo fuerza y apretando el ano.
Volviendo a la película vemos a un protagonista un poco anacrónico, quiere ser tapa de revistas, interesante anhelo ya que la película está explícitamente fechada varios años después del 2016, en dónde claramente el papel no es el centro del reconocimiento. Killian tiene varios de esos rasgos, los posters en la pared, los VHSs de los noventa y en ese sentido también nos muestra que ciertas situaciones quedan fijadas en él, intocadas por muchos años, como la crítica que le hizo el juez a sus deltoides. En su única cita nos cuenta que su padre mató a su madre y luego se suicidó, una lectura ingenua podría justificar sus acciones por este evento. No hace falta ese evento para sufrir el cuerpo como lo hace Killian y además alcanza con haber sido criado en una casa donde el padre es capaz de hacer algo así para que el sujeto quede fuera de discurso desde temprano. No es que la crianza determine un destino para el sujeto, pero ciertamente hay ambientes más propicios para obtener recursos para vérselas con las coyunturas dramáticas que ofrece la vida, en especial esos momentos que nos confrontan con la sexualidad y la muerte.

La labilidad del joven se ve explícitamente en el abuso que sufre por parte de su ídolo. Es un abuso aun cuando Killian es mayor de edad y podría haber dicho que no en cualquier momento, lo es porque el joven no tiene los recursos para responder y el otro lo sabe y lo aprovecha. Vemos que no cuenta con ellos porque el mundo simbólico que puede armarse es muy reducido, casi que no es simbólico siquiera. Se limita a su interés por su deporte y a cuidar a su abuelo, única presencia interesante en su vida. Mantiene su trabajo con mucha dificultad hasta que no puede hacelo más y ante cualquier problema responde con ataques de ira y violencia. Tanto es su mundo el culturismo que está dispuesto a morir antes de tener una cicatriz que marque su potencial cuerpo perfecto. Encontramos cierta satisfacción en las venganzas que se dan en la película, como cuando casualmente se encuentra con uno de los golpeadores comiendo con su familia en el restaurante y puede exponerlo frente a ellos. Igualmente lo hace con suma afectación, la situación termina excediéndolo de modo tal que sale a romper ventanillas de autos con la cabeza. Luego va a la casa del juez que le señalo un defecto y lo hace posar en una situación de bizarra comicidad. Todo esto se construye alrededor del elemento más acabado de la cultura estadounidense que es armarse hasta los dientes para la ya clásica masacre en algún lugar público. Por suerte en este caso eso no sucede, el director decide mostrarnos que no por estar «loco» hay que ser un asesino. Ese resto de amor que le queda al personaje, es gracias a su abuelo que lo sostiene cariñosamente.