26 – Picardías y algo más

La película elegida es La pícara soñadora (1956) de Ernesto Arancibia.

Elijo una comedia romántica porque nunca lo había hecho antes y, más importante, en la película actúa mi bisabuela, Amalia Sánchez Ariño. Gran actriz española que hizo decenas de películas argentinas en las que en la mayoría representa una abuela buena. Siempre fueron muy queribles sus personajes y me cuenta mi padre que cuando era adolescente era un problema salir a la calle con ella por la cantidad de gente que se acercaba a saludarla y mostrarle afecto. En cuanto a sus películas seguro no es la mejor, pero es la primera que vi de ella siendo niño y como falleció antes de mi nacimiento, fue mi forma de conocerla. Este texto es para el recuerdo que tengo de ella, siendo la abuela buena de Mirtha Legrand y Alfredo Alcón. Puedo nombrar dos mejores films en los que actúa como La muerte camina en la lluvia (1948) de Carlos Hugo Christensen, excelente thriller de suspenso donde la recursividad y su autoconciencia la hacen sumamente interesante y otra por ser un clásico destacado del cine argentino, Vidalita (1949) de Luis Saslavsky también haciendo de abuela de Mirtha.

El género de la comedia romántica en el cine explota siempre los mismos estereotipos y fórmulas, logrando, aun así, ser muy efectivo. «Sólo soy una chica parada frente a un chico pidiéndole que la ame». La estructura es más o menos así, una pareja despareja ya sea por temas de clase, religión, raza o lo que fuera para crear tensión, se enamora, o se ve forzada a juntarse por hilarantes razones para terminar enamorándose, para luego por algún conflicto, secreto o malentendido, separarse hasta el reencuentro final. A veces ese reencuentro resulta imposible, siendo éstas las que «no terminan bien», fenómeno surgido, quizás, para darle una vuelta novedosa a un género tan repetitivo, arruinándolo un poco. O porque no son del género, son dramas que involucran romance, o porque son de los setenta como Dos extraños amantes (Annie Hall, 1977) de Woody Allen. La clave está en la comedia, no siempre son graciosas, pero si divertidas, o tendrían que serlo. Son historias muy básicas para que los que fantasean con el enamoramiento puedan identificarse a los personajes. Hay una clara caída en las películas de ese género y eso puede deberse a que las mujeres, principal público al que están dirigidas esas películas, disputan el lugar en el que son colocadas en estas historias, pero creería que más aún porque el amor es el que está en caída, la crítica actual al amor romántico desarma lo que sostiene esos fantaseados vínculos, pero también lo hace en el hecho de que la soledad arrasa en la actualidad. Cada vez menos nos dejamos engañar, o quizás lo que antes era un entretenimiento simple, romances tontos y ficticios, ahora los vemos con cinismo y apatía. Ya no queremos jugar.

En este newsletter creemos en el amor, así que vamos a tomar seriamente a La pícara soñadora, ya que mi abuela está la película no me resulta difícil identificarme a su joven y muy pintón nieto Pedro Cáceres (Alfredo Alcón) y tampoco sería difícil quedar perdidamente enamorado de la joven Silvia Vidal, representada por Mirtha Legrand que además de hermosa era una excelente actriz, tiene varias películas en las que está muy bien, como en La patota (1960) de Luis Saslavsky.

La historia está situada en una de las grandes tiendas departamentales de la época que ya no existen en Buenos Aires, la referencia es a Harrods / gatichaves un gran almacén de siete pisos que estaba ubicado en la calle Florida, el Harrods original de Londres sigue existiendo, como El corte inglés de Madrid y otras grandes ciudades mantienen este tipo de tiendas que por algún motivo acá no llegaron al siglo 21. Allí, Silvia vive hace meses escondida entre los productos, durmiendo en las mejores camas con las mejores sábanas mientras estudia derecho y es protegida por su padrino, sereno del lugar. La película muestra la clara precariedad laboral en la que el dueño de la tienda, Nicanor Gándara, pone a sus empleados, que aun trabajando jornada completa no les alcanza para estudiar en la Universidad Pública y pagar un cuarto en una pensión o para comprar remedios para un hijo enfermo. Y eso que aclara que les va muy bien y además los productos son carísimos.

El hijo de este empresario quiere separarse del mandato familiar, del plan matrimonial que repite la historia de su abuela que la casaron por dinero y no pudo hacerlo con su enamorado pobre. Pedro conoce a Silvia en un ascensor y como funciona en estas películas, cruzan dos palabras, se enamoran y ya no querrán separarse. Así funciona el deseo, quien quiera enamorarse debe creer que eso es posible, si hay demasiada suspicacia no funcionaría. Los personajes de las comedias románticas siempre tienen problemas, obstáculos por todos lados, pero existe la fantasía de que todo eso puede superarse si hay amor. Para eso son estas películas, para jugar un poco y creernos que eso es posible. En el fondo sabemos que no es así, como lo mostró muy bien Slavoj Žižek hablando de Titanic (1997) de James Cameron planteando que el problema hubiera sido que Jack sobreviva, su pesimismo realista nos dice que hubiéramos visto su amor con Rose desvanecerse de un modo u otro pasado un tiempo, lo que sería un golpe terrible, quizás peor que saber que Jack entraba en la puerta en la que flotaba Rose. Eso no quiere decir que no exista el amor real, que también sortea obstáculos, nos ayuda a superar tragedias y a vivir con cierta alegría. Este amor es por supuesto más real, seguramente necesita pasar por esa fase de enamoramiento que tuvieron Pedro y Silvia o Jack y Rose, pero lo importante vendrá después (cosa que vimos que se le complicaba a la Sra. Flax), en donde elegirse con el otro es un acto que requiere tolerar la dificultad, a veces dolorosa, de las inconmensurables diferencias con lo Otro en el partenaire. La sentencia que surgió en redes hace unos años «si duele no es amor», que quería señalar algo contra la violencia de género, mostró lo sintomático de su enunciación dejando en evidencia el profundo rechazo a cualquier cosa que nos pueda dividir en tanto otros que prevalece en la época, mostrando un extremo desconocimiento, si no rechazo, de lo que tiene que ver con un amor verdadero.

El lugar de las mujeres en la película es destacado, la abuela es la que tiene la última palabra y el dinero en la familia y Silvia es claramente más inteligente y capaz que Pedro y todos los otros personajes. Salvo la madre de Pedro que, pobrecita, es débil mental, la inteligencia y el poder está del lado de la mujer, por eso la abuela y Silvia se entienden tan bien. Cuando la va a conocer a la tienda, más allá de las preguntas razonables de la época –hoy un poco anacrónicas– de una señora preocupada por el bienestar de su nieto, vemos que hay una prueba que es la más importante. La señora roba un platito y es descubierta al momento del pago, allí vemos que Silvia sale en su defensa inventando una excusa. Pasa la prueba, la abuela no podría permitir que su nieto se case con una mujer que no estuviera dispuesta a hacer excepciones, a mentir por otro. Eso, en última instancia, es el amor. Que lo correcto e incorrecto no se mida por una ley moral universal, sino que esa ley pueda ser agujereada por un sujeto en su juicio íntimo y que se elija o perdone al otro aun con sus faltas. Ese rasgo que se recorta en la prueba ya lo conocíamos, desde el principio la película juega con esa ambigüedad, la protagonista estudia derecho y es, a la vez, una usurpadora, además de ocultar a su amiga ladrona. En el examen hace impostura de mano dura burlándose íntimamente de su propia trasgresión. Seguramente sea buena abogada, como dicen al comienzo «los abogados engañan, los poetas no». En la película nos hacen ver que lo correcto y lo legal no son siempre lo mismo, pero si seguimos las acciones de Silvia podría haber una tendencia, el nombre amable de pícara quizás conceda demasiado, hubiera estado buena una secuela donde ella debe ganar su propia defensa frente a las sucesivas estafas y desfalcos que realizó a nombre de los Gándara o verla encabezando una banda delictiva. Parafraseando al padre del Hombre de las ratas, ella es una gran mujer y, por qué no, va en camino de ser una gran criminal. Evitó la salida neurótica, tanto ella como Pedro que pudo salvarse del plan matrimonial.

Es cierto que estas películas son versiones lavadas de las verdaderas historias de amor y muerte, las versiones cinematográficas que tratamos hoy son para dejarnos satisfechos, más si las acompañamos con unos pochoclos para saciarnos también oralmente, tranquilos de que existe el amor de nuestras fantasías. Porque el amor real, ese puede ser más complicado.