Si se preguntan por qué hago algo así, por qué elegiría una película tan larga y lenta. Podría responder con las palabras que usó Tarkovsky cuando el Comité Cinematográfico Soviético le dijo que su película debía ser más rápida y dinámica. El director respondió sarcásticamente que tiene que ser lenta y aburrida al principio por si el espectador se equivoca de sala en el cine, así tiene tiempo de salir antes de que empiece la acción. Es cierto no todas las películas son para todos, igual si gustan del cine no pueden perderse esta maravilla. En cualquier caso, no la elijo para que se cambien de newsletter (?), sino porque creo que es la película en dónde el lenguaje cinematográfico es llevado a su máxima expresión, la poética de Stalker es la que nos convoca. Y que sea una película que habla sobre el deseo también.
El argumento es bastante simple, se explica en una línea. Un guía, un Stalker (Aleksandr Kaydanovskiy), lleva a dos personas, el Escritor (Anatoliy Solonitsyn) y el Profesor (Nikolay Grinko), por un lugar prohibido llamado la Zona hacia una habitación que cumple deseos. Hasta acá cambiando al guia por un camino de ladrillos amarillos tenemos a El Mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939) de Victor Fleming y King Vidor, de caminos accidentados y aventuras tenemos Laberinto (Labirynth, 1986) de Jim Henson que empieza con un deseo y La historia sin fin (The Nerverending Story, 1984) de Wolfgang Petersen que termina con uno. En Stalker no tenemos aventuras, ni esos tipos de deseos, tenemos miedo, angustia y sufrimiento, suciedad, corrosión y dolor, por eso quizás es más cercano al deseo que prevenimos, imposibilitamos o tememos satisfacer cuya opacidad siempre nos escapa. Vamos a tratar de bordearlo como hace Tarkovsky, «en la Zona el camino más directo no es el más corto».
A pesar del sencillo argumento, la película es inexplicable, quizás por eso hay tanto escrito sobre ella (acá redundamos), hasta el propio director después de decir, en una entrevista, que la idea de Stalker no puede ser dicha en palabras, intenta explicarla. En «Esculpir el tiempo», libro en el que hace un recorrido por todas sus películas dice nuevamente de lo que trata el film. Vamos a ser generosos y no creerle, no dudamos que esas ideas comandaron la ardua escritura, que llevó años. Se reescribió ocho o nueve veces, había momentos en los que Tarkovsky no sabía cómo decir con palabras lo que buscaba y pedía más reescritura a los guionistas, incluso durante el rodaje. No le creemos porque no hace falta citar a Lacan para saber que lo que uno quiere decir y lo que dice son cosas muy distintas, la película nos lo señala todo el tiempo, por eso no alcanza con lo que quiso contar, lo que contó lo excede sin dudas. El personaje del Escritor nos lo dice «¿Cómo podría saber la palabra exacta que defina lo que quiero? ¿Cómo podría saber realmente que no quiero lo que quiero? (…) Son cuestiones escurridizas: en el momento en que las nombramos, su significado desaparece (…) Mi conciencia quiere que el vegetarianismo se imponga en el mundo. Mi inconsciente anhela un pedazo de carne jugosa». Quién haya escuchado sueños de vegetarianos sabe lo cierto que eso, el lenguaje de esta película es el del sueño, por eso tomaremos algunos elementos sueltos y diremos lo que se nos ocurra.
La Zona es una amenaza constante y misteriosa / como la niebla / como la oscuridad. Hay reglas, hay trampas, el peligro es inminente pero nunca visto, es la angustia detrás de la escena, es el meteorito nunca encontrado. Son restos de lo visto y de lo oído, con sus sonidos y sus piezas sueltas. Sólo se puede avanzar con mucha dificultad, es agotador y nos lo hacen sentir, aunque no se aclare por qué. El Stalker no es un guía es un temeroso de Dios, un creyente del inconciente, por eso puede llevarlos, por eso se angustia ante el cinismo, ante el descreimiento y la bomba.
A la poesía de las imágenes, el color, la fotografía y la puesta en escena se le agregan la narración de poesías, alguna del padre del director, alguna de Fiódor Tiútchev, un fragmento del Tao y hasta de los Evangelios. «Ya se fue el verano» de Arseni Tarkovsky, un poema de cinco estrofas con versos en rima que se pierde en la traducción.
Ya se fue el verano,
como si no hubiera sido.
Se está bien al sol,
pero no es suficiente.
(…)
La vida, bajo el ala,
me amparó y me salvó.
Tuve suerte, en verdad,
pero no es suficiente.
(…)
Al fin insiste «pero no es suficiente», lo mismo si quisiéramos explicar la película, lo mismo si quisiéramos explicar el deseo.
Permite que todo se vuelva realidad.
Permíteles creer.
(…)
Sigue con el capítulo citado del Tao de Lao Tse
(…)
Por ello, lo duro y lo rígido son compañeros de lo muerto.
Lo blando y lo flexible son compañeros de lo vivo.
(…)
Al final de la película escuchamos la lectura de un poema de Tiútchev de 1830 sobre la mirada y el deseo
Amo tus ojos, amiga,
su maravilloso y travieso centelleo
cuando los alzas de pronto, suavemente
y cual relámpago celestial,
lanzas la mirada en rededor…
Pero un encanto hay aún más intenso:
los ojos, entornándose
en los minutos del beso apasionado
y –tras las pestañas caídas–
fatalmente anegados por el fuego del deseo.

Así, entre poemas y angustia / cae la sombra, llegan a la habitación de los deseos, entre peleas y patetismos / cae la sombra. Ya fuimos descubriendo quienes eran esos hombres huecos, el arquetipo del artista en el Escritor y del científico razonador en el Profesor. Además, el Escritor es cínico y el Profesor es el pesimista arrogante que sabe qué es mejor para los otros. Llegan a la habitación y nadie quiere entrar, por eso el largo camino de rodeos. Qué sentido tendría pedir un deseo en el triste sentido autoerótico, quiero y no tengo, plata, éxito, poder, dámelo por favor, sálvame de la miseria de la existencia. Pezón moderno que se sostiene en esas fantasías dormitivas. Pero la habitación sabe más, Stalker advierte, «Lo que se hace realidad aquí es aquello que refleja la esencia de tu naturaleza. Lo que está contigo. Lo que te gobierna». Cada uno a su manera necesita la Zona, Stalker es un hombre de fe, le teme al deseo, pero necesita saber que existe, lo degrada en demanda, necesita ayudar. El Escritor algo sabe de su deseo por eso no entra, prefiere seguir sufriendo, cree que eso es lo que le hace escribir. Hacerlo desde el sufrimiento no es dejarse gobernar, se malentiende el sufrimiento como motor, no es necesariamente así, el único motor es el deseo, si el sufrimiento dio tanto material a los poetas, no es por el sufrimiento mismo sino porque desearon, amaron, quedaron fatalmente anegados por el fuego del deseo. El Profesor directamente lo rechaza –quizás por eso representa a la ciencia–, supone un sujeto sin deseo, sólo con ambiciones vanas, que son las suyas, el gran destructor. Las palabras del Stalker son sabias, lo más importante del deseo es que sea causa, motor y dirección, lo que está contigo, aunque no quiera, aunque no lo sepa, deseo más allá de mí.

La película termina con las dos mujeres, la Mujer de Stalker (Alisa Freyndlikh) y la Hija. El monólogo de la esposa muestra la dimensión de bien decir sobre el deseo que la habita. Su madre le advertía, descalificaba a su pareja, pero «¿qué podía hacer? estaba segura de que sería feliz con él. Por supuesto, también sabía que sentiría mucha tristeza. Pero es mejor tener un poco de felicidad que una vida gris y aburrida. (…) Cuando se acercó a mí y me dijo: “Ven conmigo”, yo fui. Y nunca me he arrepentido». Esto es respuesta a la lucidez angustiada de Stalker, que al volver se lamenta de que ya nadie cree nada, «su capacidad de tener fe está atrofiada por falta de uso. (…) Tienen los ojos vacíos. (…) Dicen, “¡después de todo, sólo se vive una vez!” ¿Cómo pueden tales personas creer siquiera en algo?». Ya usamos esta referencia, pero es la que está en el fondo de la necesidad de creer, los no incautos yerran, o, los que no creen, como dice Lao Tse, se endurecen y son compañeros de lo muerto. Más allá, volvemos al color y a la vida para terminar creyendo en la Zona y en los poderes de la Hija.
Hablando de deseo, Stalker fue una película tortuosa con consecuencias devastadoras para sus creadores. Se filmó casi en su totalidad tres veces por problemas técnicos en un caso y personales en otro. Se pasó mucho en tiempo y presupuesto, se filmó en una zona realmente contaminada, tres personas murieron de cáncer a temprana edad consecuencia de respirar los químicos que hasta pueden verse en algunas escenas. Fueron el director, su esposa y el actor que hace del Escritor.
En épocas de escepticismo generalizado y multiplicación de las creencias en significaciones personales, más que nunca la poesía, el cine, las artes y por qué no, el psicoanálisis, nos ofrecen un saber hacer distinto con el sufrimiento, uno no contable, fuera de toda medida que por suerte no se ajusta del todo a cada quien, pero si lo suficiente, dejando ese resto que es el único posible para relanzar el deseo.